Bajo la dirección creativa de Rubén Albarrán, Emmanuel del Real, Joselo y Enrique Rangel, el álbum se convirtió en una fuerza crucial en el rock pan-latinoamericano. Cada pista demuestra el ingenioso enfoque del grupo para contar historias, entrelazando narrativas sobre la vida cotidiana en Ciudad de México con temas que van desde el romance y la traición (“Esa noche”) hasta reflexiones filosóficas (“El ciclón”), conciencia ambiental (“Trópico de Cáncer”) y la vibrante cultura callejera (“El Metro”).

Inicialmente recibido con reacciones mixtas en México en su año de lanzamiento, 1994, Re ganó gradualmente aceptación en toda América Latina, especialmente en Chile y Argentina, logrando finalmente un reconocimiento y aclamación generalizados en su propio país. Hasta la fecha, ha recibido elogios de importantes medios como el New York Times, BBC Music, Rolling Stone y AllMusic, y fue clasificado como No. 3 en la lista “Los 600 de Latinoamérica“, que destaca los mejores álbumes de la región desde 1920 hasta 2022.

Tres décadas después, Re sigue siendo celebrado como una obra revolucionaria y perdurable, inspirando a oyentes de todo el mundo a explorar sus raíces culturales. En esta narrativa “como me lo contó”, el líder del grupo, Albarrán, reflexiona sobre la creación del álbum, su impacto cultural y su influencia duradera en la música latina y más allá.

Desde el primer disco [Café Tacvba, 1992], estábamos deliberadamente en la búsqueda de elementos que nos significaran como mexicanos y que a través de ellos pudiéramos crear una música, tal vez no diferente, sino una que estábamos necesitando escuchar. Que tuviera todos esos elementos de nuestra cultura, que es muy vasta. Somos un país pluricultural. No hay un solo México, sino hay muchos Méxicos diferentes, antagónicos. Probablemente fue en el segundo, en Re, cuando llegamos a una maduración de ese mismo concepto. Era la intención de retratar nuestra sociedad, nuestro entorno, a través de la música, y hacer música para nosotros como una comunidad cultural. Esa es la diversidad musical que se vive todos los días en México. 

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Si tú sales a la calle, te subes al transporte público y el chofer puede traer música norteña a todo volumen, te bajas y en el puesto de tacos tienen puesta la cumbia; y tal vez adelante en un puesto de ropa están tocando rock, punk o ska. Todo eso era lo que queríamos reflejar como mestizos. No somos una sociedad pura, sino que se dio a través de la mezcla. Es reivindicar la mezcla y decir: “Yo soy mezcla y no puedo intentar ser o hacer algo puro”. Mi arte va a ser algo mezclado, porque esos son los ingredientes con los que me crearon. 

Nuestro proceso histórico como latinoamericanos, no solamente como mexicanos, está muy emparentado por razones históricas. Nos hermana esa mezcla de elementos culturales que llegaron a América hace cinco siglos y que provenían desde diferentes partes del mundo. Nuestros pueblos abrazaron a estas culturas y se apropiaron de ellas para renovar la propia. Todo eso es Re.

Tuvimos cinco primeras canciones que fueron las que dibujaron lo que iba a ser Re. Estas fueron, “El puñal y el corazón”, “Las flores”, “El baile y el salón” — y no recuerdo otras dos. Cuando nos dimos cuenta de que eran canciones estilísticamente muy diversas, [vimos] que en nosotros mismos se estaba reflejando esa diversidad. Escuchábamos mucha música, todos somos melómanos en la banda. Cada quien traía sus influencias y así se empezó a trazar Re

Llegamos a la conclusión de que Re era un buen nombre, porque siendo la segunda nota de la escala musical, re, era nuestro segundo disco. También nos dimos cuenta de que había un tema recurrente que era el retorno, el regreso. Estábamos hablando de reciclaje, de retomar, de todas estas ideas. 

Conforme nos fuimos presentando en vivo, siendo un grupo nuevo, y empezamos a llamar la atención, la gente se nos acercaba y nos compartía preocupaciones sociales, luchas, causas. Fue así que personalmente me fui sensibilizando a causas y por eso era importante poder transmitir esas necesidades sociales que estaban surgiendo y que de alguna forma se estaban manifestando hacia nosotros. Nosotros como artistas, de alguna forma, somos un megáfono para las voces que no son escuchadas. 

[“Trópico de Cáncer”] fue una canción que surgió de una forma muy natural. En esa época conocí a un ingeniero que me platicaba, precisamente, todos los destrozos a la naturaleza que se llevan a cabo en pos del supuesto progreso. Siempre he sido amante de la naturaleza y siempre me ha dolido ver cómo el hombre ha abusado de ella; la naturaleza no tiene voz. Obvio que a la gente le encantan las [canciones] que hablan de amor, pero para nosotros era importante poder hablar de cosas así. 

[“La ingrata”] es una canción muy alegre con un ritmo muy contagioso, muy divertida y buena para la fiesta. Yo creo que a todos los mexicanos nos contagia la música norteña. Es una música que se ha contagiado por todo el territorio nacional y en Latinoamérica. Ahora con los corridos y todo esto, se ha hecho global la música norteña. Es una música que a los mexicanos nos encanta, más allá de nuestras fronteras.

“El aparato” es una canción que está en ritmo seis octavos. Es un huapango, pero tiene una lírica con una temática que normalmente nunca vas a encontrar en un huapango, son jarocho, o en un son. Pues habla de un contacto extraterrestre. Cuando comenzamos a formar el grupo, José [Rangel] y yo no solamente hablábamos de música, sino que nos la pasábamos hablando de otros temas. Un tema en el que coincidimos era el fenómeno OVNI que de adolescentes nos fascinó. Por un lado estaba el son y las jaranas, por el otro los OVNIS, por el otro también estaba la espiritualidad. Invitamos a un grupo norteamericano de cantos, Cielo y Tierra, que son los coros que se escuchan al final de la canción.

El concepto gráfico por el cual tomé el caracol como elemento principal de la portada — y es un caracol que no está fuera de su concha, está adentro — es voltearse a sí mismo, verse a uno mismo con toda la riqueza cultural que traíamos. Detrás del caracol está una trama geométrica que en el mundo náhuatl llaman atl tlachinolli, que significa el agua quemada. Es un símbolo que de alguna forma podría decirse que es como un tipo Yin-Yang.

Café Tacvba – El Ciclón (Video Oficial)

En aquellas épocas, entrar al estudio era algo que pocos lograban. No es como ahora, que todo el mundo tiene su estudio en casa. El primer disco nos tomó un poco por sorpresa, el resultado sónico no nos gustó porque nuestro sonido natural se transformó. Pero en el segundo, con un poquito más de experiencia, pudimos hacer algunos experimentos que nos gustó mucho el resultado. Gustavo [Santaolalla] fue un productor que entendió muy bien nuestra visión artística. La catapultó, le dio fuerza. De alguna forma, fuimos madurando con Gustavo también. Hicimos algunas cosas atrevidas, pero muy interesantes. 

En nuestros primeros discos no teníamos baterista como parte del concepto de la banda. Utilizábamos una caja de ritmos programada porque éramos fans de Kraftwerk y de toda la movida techno de aquella época, como Soft Cell y Heaven 17 — ellos utilizaban puras cajas de ritmo y procesadores. Nosotros quisimos hacer eso, pero tropicalizarlo con nuestra cultura.

[Líricamente] muchas de las cosas que hacíamos provenían de bromas, como de las ganas de retar al público de referencias. Queríamos conectar con gente que entendiera esas referencias. Pero era muy lúdico. Nunca fuimos una banda que estuviera en busca de logros, ni tampoco de jactarnos de un éxito. Cuando sacamos Re en México nadie lo entendió, nadie. Y todo el mundo dijo, “Café Tacvba se perdió, tuvo un buen primer disco, pero el segundo disco es una basura”.

Para que la gente lo empezara a entender, pasó un año y fue en Chile donde empezaron a gustar del disco. Después pasó a Argentina y luego a Colombia. Y ya de retache le empezó a gustar a la gente en México. Y de México, se exportó vía todos los migrantes y toda la gente que va para allá [a Estados Unidos]. Fue hasta años después que empezó a tener reconocimiento, pero nosotros nunca nos detuvimos a ver ese reconocimiento, seguíamos en nuestro viaje creativo. Tal vez hubiéramos podido hacer un segundo Re, pero no, porque tampoco éramos un grupo de repetir fórmulas. Nuestro interés era seguir explorando. 

En ese momento, nuestro discurso era de burlarnos de los grupos de rock [más tradicionales] como Los Héroes del Silencio. Son españoles, son europeos, tienen otra cultura, pero más bien no nos burlábamos de ellos, sino nos burlábamos de sus seguidores mexicanos. Decíamos: “Ese rock ya está viejo, es un regurgite del rock de los que eran mis tíos”. Al menos yo en la secundaria, yo no escuchaba a los Rolling Stones ni a Pink Floyd, o sea, yo odiaba esas bandas porque decía: “Esa es música de viejos”. Claro que después ya reflexioné y amo esas bandas, pero en la psicóloga, esa era mi rebeldía.

Creo que como mexicanos y como latinoamericanos somos bien afortunados porque nuestra cultura nos brinda una base súper sólida, súper rica y preciosa, sobre la cual basarnos. No hay por qué robar la cultura de otros cuando tienes la propia, y cuando puedes a partir de ella, es un cofre de tesoros. Como latinos, como mexicanos, es un tesoro que llevamos adentro, a donde vayamos, a cualquier parte del mundo. Tenemos toda nuestra música, la música norteña, los boleros, la cumbia, pero igualmente tenemos el rock y tenemos el bossa nova y el jazz. Somos libres y podemos caminar por el mundo orgullosos.

Ese es el amor que nosotros estábamos sintiendo y queriendo transmitir: el amor por nuestra cultura, por nuestra música, por la libertad, por quitarnos barreras mentales y explotar en esa creatividad, dentro de nuestra mexicanidad, y que la gente recibiera ese mensaje.